Mucha ‘PocaMadre’ sale a relucir en el libro de Ricardo Raphael, pero tal vez una que nos afecta a los ciudadanos comunes y corrientes es a dónde van a parar nuestros impuestos y si se usan para perjudicar la educación de nuestros hijos, peor. Podremos leer como se le han entregado cantidades exorbitantes de dinero del erario público durante varios sexenios a la lideresa del mayor sindicato en América Latina, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), dinero que no se usó para mejorar la educación y sí para beneficio personal, crear un partido político, y por lo menos enlodar elecciones, sobre todo la elección presidencial de 2006.
Carmen Aristegui entrevista a Ricardo Raphael, autor del libro “Los socios de Elba Esther”El autor relata cómo se llegó a la realización de este libro:
A mediados de diciembre de 2006, una querida amiga mía —la periodista María Elena Cantú— se comunicó conmigo para encargarme, a nombre de la editorial Norma, un libro sobre los primeros 100 días de gobierno del presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Se trataba de un trabajo complicado ya que el texto debía escribirse casi al mismo tiempo en que ese periodo transcurría. Al principio dudé en aceptar ya que el esfuerzo me obligaría a desatender otras actividades profesionales. Con todo, el reto terminó por convencerme y asumí el compromiso. Durante tres meses trabajé sin descanso para llegar a tiempo a la cita propuesta.Ya avanzada la aventura en la que me había embarcado, tuve una conversación que me produjo preocupación. En una cena de amigos conversé con Raymundo Riva Palacio, quien me comentó que Norma no era una casa editorial de la que uno pudiera fiarse. Me advirtió que tiempo atrás esa empresa había encargado un libro sobre los parientes de Vicente Fox Quesada a la periodista Anabel Hernández, el cual terminó siendo rechazado por afectar los intereses empresariales de Norma.
Producto de esta decisión, La familia presidencial fue publicado por Random House Mondadori. Al conocer este hecho pedí de inmediato una reunión con quienes me hubieran contratado. En ella, la directora editorial, Claudia Islas Licona, me aseguró que aquel episodio había ocurrido durante una administración distinta de la empresa y que de ningún modo su casa se atrevería a censurar mi trabajo si éste estaba fundamentado en datos comprobables.
Aproveché la conversación para advertir que el libro que estaba escribiendo versaba sobre temas complicados; particularmente respecto de la líder del magisterio nacional, Elba Esther Gordillo Morales, y de su relación política con el nuevo presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa.
La señora Islas, en presencia de María Elena Cantú, me aseguró que Norma no tenía por costumbre lesionar la libertad de expresión de sus autores. Afirmó que Riva Palacio estaba mal informado de la situación relacionada con el texto de Anabel Hernández.
Ingenuamente, esta charla informal me pareció suficiente garantía para finalizar Calderón, bajo la lupa, texto que, al pasar de las semanas, fui entregando conforme los distintos capítulos estuvieron terminados.
Días antes de que el libro entrara a imprenta apareció en el administrador de mi correo electrónico el siguiente mensaje firmado por la señora Islas: “Hace unos minutos hablé con Luis Carlos y María Esther de Norma y comentamos ampliamente lo que detectaron en el capítulo sobre Elba Esther. El capítulo está demasiado centrado en la persona de Elba Esther y en menor medida en las acciones que ha tomado y tomará Calderón con base en su relación con ella. Habría que matizar el lenguaje… Esto definitivamente dañaría la relación que tiene Norma con la SEP.”
Un tanto cuanto sorprendido por la misiva llamé de inmediato a María Elena Cantú y le dije que quería reunirme con el director de la editorial. Estaba dispuesto a considerar algunas de las observaciones señaladas siempre y cuando fueran respetados los argumentos centrales del capítulo referido.
La cita con los directivos de la editorial fue al día siguiente en un café de la colonia Polanco. Abrí la conversación explicando que era muy difícil hablar de la nueva coalición de gobierno de Felipe Calderón si no se mencionaba el papel político jugado por la profesora Elba Esther Gordillo Morales.
Comenté, sin embargo, que si ellos detectaban algún adjetivo sobrante o un hecho que no estuviera fundamentado, estaría dispuesto a revisar el capítulo conflictivo; pero me mantuve firme en la decisión de no sacar ese apartado crucial del cuerpo del libro.
Amablemente, Luis Carlos Gil —el director de esta editorial colombiana en México— respondió que mi petición resultaba imposible para su empresa. Me dijo que Norma tenía negocios con la Secretaría de Educación Pública por un monto aproximado de 4 millones de dólares, y que no estaba dispuesto a perder ese ingreso por publicar un libro que pudiera hacer enojar a la líder del sindicato nacional del magisterio.
Respondí que no podía acceder a retirar el capítulo tres. Hacerlo sería tanto como resignarme a aceptar que la vida democrática en México había cambiado muy poco.
Ya que nos encontrábamos en un callejón sin salida propuse que me liberaran del compromiso que meses atrás había yo firmado. Acto seguido, María Elena Cantú presentó también su renuncia. Argumentó que ella poseía un prestigio como periodista y que no estaba dispuesta a extraviarlo por esta arbitrariedad. Si el libro no podía ser publicado por razones políticas, ella prefería dar por terminada su relación laboral.
Salimos de esa reunión con el ánimo maltrecho y con un libro entre las manos que estaba a punto de irse a la basura. ¿A qué otra casa editorial podría interesarle ese manuscrito sobre los primeros 100 días del gobierno de Calderón Hinojosa, cuando el día 112 ya estaba corriendo?
En todas partes el trato fue cordial, pero la respuesta que recibimos, tal como lo habíamos previsto, resultó negativa. De salir el libro a la venta hacia mediados del mes de abril, el mercado de los lectores que consumen este tipo de materiales se habría reducido considerablemente.
Un par de semanas después recibí una contraoferta. A Braulio Peralta, uno de los editores más respetados en México, quien trabaja para la editorial Planeta, se le ocurrió la peregrina idea de echar el resto de los capítulos de Calderón bajo la lupa al basurero, con el objeto de que el multicitado capítulo 3 se ampliara para convertirse en un nuevo libro.
Así son las paradojas de este oficio: en Norma sólo me habían censurado un capítulo y ahora Braulio me ofrecía rescatarlo con la condición de dejar fuera lo demás.
Dos días después de la conversación con mi nuevo y solidario editor, comenzó la larga jornada que me condujo a escribir una biografía política sobre la profesora Elba Esther Gordillo Morales: Los socios de Elba Esther. Texto que estará a la venta en librerías hacia finales de esta semana
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